Nací en el departamento de La Libertad, El Salvador, en Centroamérica. Desde una edad temprana, enfrenté una niñez y adolescencia marcadas por dificultades. Mi tierra natal me vio crecer en dolor, soledad y carencias, sin el apoyo de una familia. Fue una infancia de sufrimiento, marcada por el abandono, en un país que me brindó poco consuelo.
Al dejar mi país, partí hacia una tierra desconocida, sin nada que perder o ganar, pero decidida a enfrentar el desafío. Tras un viaje de seis meses lleno de peligros y amenazas, llegué a los Estados Unidos, el país que Dios había preparado para mí como "la tierra que fluye leche y miel."
Fue en San Francisco donde mi vida cambió para siempre. Al comenzar a asistir a la Iglesia de Dios, conocí a Jesucristo como mi Salvador personal y nací de nuevo. Como dice 2 Corintios 6:17, "me convertí en una nueva criatura." Con el poco conocimiento que tenía, entendí que Dios tenía un propósito para mi vida y me llamaba a servirle. Fue entonces cuando escuché Su voz diciéndome: “Te llamé para hablarle a las naciones.”
Las palabras de Jeremías 1:4-10 resonaron en mi corazón, donde Jehová declara: “Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué; te di por profeta a las naciones.” Esta fue mi confirmación, y así nació mi llamado: hablar, edificar, y sembrar el mensaje de Dios en cada lugar al que Él me enviara.
Jesucristo es mi única pasión, mi razón de vivir. A través de Él, he aprendido a amar, a perdonar, y a servir con sinceridad. Filipenses 1:21 se ha convertido en mi lema de vida: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.” He decidido consagrar mi vida a un servicio completo y dedicado a mi Jesús, quien es mi gozo y mi deleite.
A Cristo amo y solo a Él rindo toda gloria y honor. Como enseña Colosenses 1:16-17: “Porque en él fueron creadas todas las cosas...; todo fue creado por medio de él y para él.” Él es quien conoce lo más profundo del corazón, quien salva, santifica, capacita y envía. Mateo 26:26 ilustra Su sacrificio y Su amor por nosotros, un recordatorio constante de Su obra en mi vida.
El camino ha sido largo y lleno de obstáculos, pero estoy segura de que Dios me ha guardado y llamado para este momento. Hoy es mi tiempo, mi hora, y sé que Él me ha ungido para este propósito. Como dice el Salmo 62:11: “Una vez habló Dios; dos veces he oído esto: que de Dios es el poder.” Es Él quien levanta y quita reyes, y a Él seguiré donde me lleve."
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